viernes, 7 de noviembre de 2008

El Perú y Asia

  1. El Perú y Asia Oriental

Vínculo Transpacífico desde el siglo XVI

La primera exhibición bimestral del Archivo de Torre Tagle en el año 2008 expuso una selección de documentos textuales, cartográficos e iconográficos que testimonian el temprano vínculo entre el Perú y Asia oriental.

La conquista del Tahuantinsuyo, tras la irrupción castellana, dio surgimiento al Perú, integrado en el imperio de Carlos V. Luego, durante el período del virreinato, se desarrolló la realzada plasmación de lo peruano. Producto de confluencias, tanto transatlánticas -mediado el siglo XVI- como aportaciones transpacíficas empezadas a arribar a fines de aquella centuria-, los distintivos rasgos del Perú, constituido como república en el siglo XIX, se cimentaron y hoy ponen de relieve un riquísimo mestizaje cultural que individualiza y torna representativo al Perú en América

Por cerca de dos siglos y medio, entre fines del siglo XVI e inicios del XIX, las naves que regularmente cubrieran la ruta entre Manila, en la Capitanía General de Las Filipinas, y Acapulco, en el Virreinato de Nueva España, de modo intermitente concluyeron reiteradas veces su travesía en el Callao, puerto mayor del Virreinato del Perú.

El religioso agustino vasco, Andrés de Urdaneta, (cuyo quinto centenario de nacimiento en la aldea de Ordizia, en la comarca vasca de Guipúzcoa se recuerda este año 2008) descubrió la ruta del “tornaviaje” desde las Filipinas a las costas de América, en 1565. Acicateada por la incesante demanda de especias, tal vía se convirtió en el trayecto anual, regular, de la primeramente llamada Nao de la China, y desde 1571 (con la fundación de la capital filipina por Miguel López de Legazpi): Galeón de Manila. Desde entonces, las naves de procedencia asiática arribaron normalmente al puerto del Callao hasta 1591, año en que Felipe II prohibiera, “de manera definitiva”, la prolongación de la travesía hasta nuestro primer puerto. Durante dichos primeros veinte años de viajes transpacíficos, fue intercambiada la plata andina por artículos suntuarios provenientes del otro lado del mar.

Los trayectos del Galeón de Manila a través del Pacífico, iniciados en 1565 bajo la denominación de Nao de la China, y desde la fundación de la capital filipina en 1570 con el nombre de su puerto de zarpado, vincularon el Asia del Este y la América hispana, llevando y trayendo conocimientos, innovaciones tecnológicas, preciadas mercancías asiáticas, plata del Nuevo Mundo y gente a una y otra orilla del océano. El comercio transpacífico hizo de Manila el eje del comercio asiático, y tornó a Acapulco, e “ilícitamente” –luego de 1591- al Callao, en destinos de un intercambio cultural y comercial sin parangón.

La carga del Galeón de Manila fue ideada con itinerario a la Península: tras su desembarco en Acapulco, debía ser transferida a lomo de mula hasta el puerto de Veracruz, en el Golfo de México, para ser reexpedida a Sevilla, con las flotas del imperio hispano que atravesaban el Atlántico regladamente. Esta conexión entre la Península, sus tierras americanas, y la más distante de sus colonias, constituyó el primigenio ejemplo de la globalización del intercambio comercial. Mas, el hecho de la vinculación mercantil entre los dos mayores virreinatos hispanos con el ámbito asiático, relación una regulada y la otra fluctuante, promovió un insospechado y definitivo nexo, que se tradujo en el adelantado trasvase de gentes y mercancías que permitieron, en el caso del Perú, la ostentación de asiáticos objetos de lujo así como contar entre sus pobladores, desde los últimos lustros del siglo XVI, inmigrantes procedentes del Asia oriental. Al puerto de Lima llegaron malayos, filipinos, chinos y japoneses, y se afincaron en el Perú, dando comienzo a la amalgama étnico-cultural que singulariza a nuestro país y le aporta una riqueza cultural sin igual, al acrecentar su multifacético mestizaje.

Desde entonces, presentes en el Perú diversos aportes asiáticos se tornaron propios: el plátano de la isla, el mango, el mantón de Manila, los artículos de carey, el mobiliario taraceado con madreperla, las tallas en marfil, la vajilla de porcelana, las sedas y brocados; la profusa inclusión de canela, clavo de olor y pimienta en los potajes de síntesis cultural surgidos en aquel entonces; a los que se sumaron chinescos elementos arquitectónicos y detalles decorativos, que precozmente distinguieran al Perú.

Incluso, el Pacífico fue escenario de las incursiones de los enemigos del imperio hispano: los navíos de la holandesa Compañía Unida de las Indias Orientales (Vereenigde Oostindische Compagnie: VOC) que establecida en 1602 en los Países Bajos, se afincara en la Insulindia, arrebatada a los portugueses a comienzos del siglo XVII, con la fundación de Batavia (hoy Yakarta) como sede, en 1617, desde donde emprendieran programados asaltos de puertos filipinos, novohispanos y peruanos, lo que demuestra claramente el nuevo papel del océano como barrera primero y como medio de comunicación, cariz adverso y favorable del piélago entre el Asia y América, cuya evidente importancia política económica y social se acrecentara con el paso de las centurias.

En noviembre de 2008, mes en que celebramos la cita cumbre de la Cooperación Económica Asia-Pacífico en el Perú, cabe poner de relieve las evidencias de origen asiático en nuestro país, que se iniciaron a lo largo del período virreinal, prosiguieron y se acentuaron con la república, desplegando una palmaria prueba del viejo y firme lazo del Perú y el Asia, vínculo inaugurado por el arribo inaugural de la Nao de la China al Callao en 1571. En tales naves llegaron al país, entre otros, parte de los alarifes que erigieran el célebre Puente de Montesclaros, estructura de piedra de seis arcos concluida en 1610, en tiempos del virrey marqués de ese título. Símbolo del rico mestizaje peruano, el gran puente de Lima, vio derribados dos de sus arcos a inicios de la década de 1970, empero es aún palpable ejemplo de nuestra universalidad: obreros de la China y el Japón, aunados a los nativos de Lima, usando piedras incaicas de la fortaleza de Huarco, en Cañete, y valiéndose de huevos de guanay como argamasa, levantaron el primer viaducto pétreo americano, de clásica reminiscencia romana.

Los exponentes de la muestra del Archivo de Torre Tagle aludida recalcan las añejas relaciones entre el Perú y el Asia oriental, acarreadas luego de la veda real de 1591 por la repetida transgresión de la prohibición de trato del Galeón de Manila con el puerto del Callao. Los artículos del intercambio transpacífico, durante el virreinato y en las primeras décadas de la república revelan la variedad y vastedad de la actividad mercantil peruana, entre los siglos XVI y XIX. Ya entonces productos de factura local pusieron de manifiesto la continuidad entre lo prehispánico y la sociedad mestiza ulterior; otros hicieron proclama de su origen en puntos diversos del vasto virreinato peruano; pero un grupo descollante, dejó ver la existencia de un asiduo tráfico con la lejana China, y el aislado Japón, no obstante la expresa veda real al puerto del Callao como punto de arribada del navío mercante manileño.

La ilustrativa exhibición de Torre Tagle ha puesto de relieve el papel del nexo transpacífico en la historia del Perú y su acentuada significación en el siglo XXI, cuando los vínculos con el ámbito de la Cooperación Económica Asia-Pacífico adquieren para el Perú importancia fundamental.


No hay comentarios: